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5+1 ideas para ayudar a tu peque a manejar la frustración

Laura

20 ago 2023

Según el Emocionario, uno de mis libros favoritos en lo que se refiere a establecer matices y definir emociones, la frustración es “el malestar y el enfado que se producen cuando no consigues lo que te proponías o esperabas”. Tras esta definición, se hace una distinción de tres puntos diferentes que nos producen frustración: nuestras propias limitaciones, las limitaciones de otra persona o externas y las condiciones meteorológicas.

Por ejemplo, puede que vayamos a un parque de atracciones y Javi quiera subirse a una de las montañas rusas grandes. Sin embargo, todavía mide 1,45 y la altura mínima para esto es de 1,50, por seguridad. En este caso, nos encontramos con una limitación y es que todavía no podemos acceder a ello por nuestra estatura o nuestra edad. Esta limitación es propia.


Sin embargo, puede que hayamos querido ir al parque en un día festivo y no nos hayamos dado cuenta. Al llegar allí, nos damos cuenta de que está cerrado. En este caso, la frustración vendría dada por una parte externa. Por último, si vamos con una ilusión tremenda pero ese día llueve o hace mucho viento, no podremos entrar, no por limitaciones individuales o decididas por otra persona, sino por las condiciones meteorológicas.

Trasladando estos ejemplos en el día a día, nuestro peque (e incluso nosotros) puede frustrarse taaantas veces al día. Porque no llega a coger un objeto que necesita, porque le hemos dicho que no puede comprarse un juguete en la tienda en la que hemos entrado, porque llueve y no puede ir al parque, porque hayan cancelado una extraescolar, porque la película que estaba en el cine y quería ver ya no está…


Aunque ahora te comentaré unas ideas para poner en práctica, primero quiero destacar que la tolerancia a la frustración es una habilidad que se puede entrenar. Así que sí, tal y como hablábamos en el episodio de las habilidades de vida, las situaciones en las que actualmente nuestro peque se frustra serán la base para tomarlo como un aprendizaje y visitar el gimnasio que nos ayudará a aumentar la tolerancia. El 99% de la inteligencia emocional que desarrollamos proviene del entorno y de las experiencias vividas, no es temperamental, por lo que ¡mira el margen que tenemos! Como siempre, habrá peques que usen cada ejemplo para dar grandes pasos, y otras personas con las que tendremos que seguir añadiendo granito a granito. Nosotros también somos estrechamente responsables de ello, ya que de nuestra actitud y acompañamiento dependerá el ejemplo que tomen como referencia. Te recomiendo, si no lo has escuchado, volver al podcast 3, en el que hablábamos sobre la validación de las emociones y cómo esto cambia en gran parte la manera en la que afrontan las situaciones.

La frustración es una emoción que guarda vínculos con la ira y la desilusión. Aparece cuando experimentamos obstáculos en el camino hacia lo que deseamos lograr. Cuanto más fuerte es la barrera entre nosotros y nuestro objetivo, más intensa puede ser la sensación de frustración. Sin embargo, desde la disciplina positiva hacemos una gran distinción entre nuestro papel a la hora de rescatar o de alentar, y esta actitud tiene consecuencias totalmente diferentes en su desarrollo a futuro. 


Muchas veces, como padres y madres, no queremos que nuestros peques sufran y tratamos de evitarles pasar por este proceso. Por ejemplo: puede ser que Marta, con 4 años, esté intentando ponerse unas sandalias con velcro, que se le haya salido la cinta del enganche y se ponga a llorar porque no quiere o no puede conseguirlo, y vea que sus amigas se han ido a jugar corriendo y quiera ir. En este caso, podemos tomar la decisión de ponerle los zapatos nada más verla llorar, y estaríamos salvándola o rescatándola, haciéndolo por ella. ¿Consecuencias a largo plazo? En el fondo, y aunque no nos demos cuenta, cuando estamos haciendo constantemente las cosas por ellos y ellas, el mensaje que transmitimos es “no confío en que puedas hacerlo tú”. A veces es por prisa, a veces porque no nos paramos a pensar si serán capaces de hacerlo o no, porque no queremos verlos llorar… pero a la larga conseguiremos que no intenten las cosas, que se sigan frustrando rápido y que quieran todo ya y presupongan que alguien lo va a hacer por ellos. ¿Será intencionado? Quizás no, pero si no les hemos enseñado lo contrario, son las creencias que han ido formando a partir de su experiencia, y simplemente están acostumbrados a ello. Cuando no sepan cocinar unas lentejas, se lo pedirán a los papás, o cuando no sepan resolver algo en el trabajo, esperarán que sus superiores lo resuelvan por ellos. 


Si crees que esto te ha pasado y te gustaría cambiarlo, hablaremos con más detenimiento sobre ello en el futuro, y sí: tiene solución. Si te acabas de dar cuenta de que has rescatado a tu peque muchas más veces de lo que piensas, se puede cambiar a poquitos. Sin embargo, reparar normalmente es un trabajo más arduo y de deconstrucción que tratar de aportar para que las creencias que se desarrollen sean de ayuda en el futuro. 

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Por ello, vamos a ver la otra cara de la moneda, y con esto el primer consejo a aplicar. Lo contrario de rescatar a nuestros peques es alentarlos a hacer algo por ellos mismos. Antes de ir a ayudarlo con el primer reclamo que te hace, pregúntate “¿lo ha intentado hacer solo primero?”. Muchas veces procedemos a hacerlo hasta antes de que pidan ayuda, lo que resulta en que tiempo después no saben pedirla, porque han crecido suponiendo que se les tiene que ofrecer, o porque pedirla equivale a rebajarse o a tener vergüenza por admitir no saber hacer algo. Podemos tomar posturas intermedias, y empezar a aplicar frases como “¿lo has intentado?”, “¿te parece si lo intentas y si no te sale me pides ayuda?”, “te recuerdo que si necesitas mi apoyo estoy aquí para ayudarte, solo tienes que pedirlo”, “¿puedo ver cómo lo haces primero y juego lo hacemos juntos/as?”, etc. Para ir desarrollando sus habilidades, podemos ayudarles exclusivamente con aquello que está impidiendo que se lleve a cabo la actividad. 

Recuperando el ejemplo del zapato con la tira de velcro, quizás solo necesita que lo aflojemos para que pueda meter el pie, o que lo pasemos por la hebilla porque está dura, pero igual ella puede abrirlo y pegarlo sola. Lo mismo sucede si otro peque se está vistiendo y el botón del pantalón está duro. Que les ayudemos con el final no significa que no podamos alentarlos a quitarse los pantalones del pijama, plegarlos y dejarlos en el cajón, elegir los vaqueros que se quiere poner y ponérselos. Pueden venir a nosotros a pedir ayuda para hacer el 2% restante. Como decía María Montessori, Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el aprendizaje de un niño”, así que dejar que vayan ganando toda esta autonomía apoya la idea de que pueden hacerlo por sí mismos, y toda esta práctica por detrás hará que se vayan enfrentando naturalmente a frustraciones y sobreponiéndose a estos momentos. 


Como segunda idea, recuerda que tú eres su referente, así que te toca modelar el comportamiento y que vea en ti cómo manejas la frustración. Si queremos que ordenen pacíficamente un juego de cartas, no podemos empujar las fichas en la caja y tratar de que cierren de cualquier manera, sino que tendremos que enseñarle cómo guardarlo. La paciencia, el cuidado, la importancia del orden…son cosas que se aprenden del entorno y que atienden a necesidades humanas. 

En relación con esto, pasamos al tercer consejo: comete errores delante de ellos. Es muy cansado ser perfecto, ¿no? Los peques, quienes según se van haciendo mayores se van comparando con su alrededor, ven que tú nunca te enredas con una camiseta a la hora de meter el cuello y los brazos, que pintas y recortas mucho mejor que ellos, que no se te caen tanto las cosas al suelo, que ordenas todo con facilidad…y se piensan que eres superior porque consigues todo sin esfuerzo. Aprovecha los errores para verbalizarlos delante de ellos, e incluso fíngelos si ves que les va a hacer sentir bien. No pasa nada porque un día, después de que ves que tu peque está intentando poner agua en los vasos y siempre se le cae una gota, tu finjas una situación en la que derrames un poco de agua y digas “ay, mira lo que ha pasado, ¿alguien me podría decir cómo puedo recoger esto ahora?”. Seguro que empatizan, te dicen que no pasa nada y van corriendo a por un trapo antes de que se lo pidas para poder ayudarte a reparar el error.


Como cuarta idea, y en relación con las anteriores, es importante que validemos las emociones pero que también mostremos comunicación y verbalicemos lo que nosotros sentimos. Está muy bien que digas que entiendes su frustración porque querían comprar un juguete y esta vez no íbamos a por eso a la tienda, pero también les ayudará que les cuentes que cuando eras pequeño siempre querías cromos en la tienda y que no se podía porque había que usar el dinero para comprar otras cosas. Verán que tú también eres humano/a y que tienes frustraciones. Puedes compartir pensamientos que te preocupan para que trabajen en la búsqueda de soluciones de manera inconsciente.

En quinto lugar, muchas veces ajustar nuestras expectativas como adultos hace que ellos también las ajusten y aprendan de ello. Por ejemplo, si hemos preparado un circuito en casa y le estamos pidiendo que salte con los pies juntos o corra a alguien que todavía no ha desarrollado estas capacidades, probablemente si ve que su hermano/a mayor lo hace mucho más rápido, se frustre y ya no quiera jugar. Sin embargo, se pueden preparar dos propuestas en paralelo que atiendan a las necesidades de cada uno, y también se les puede dar la potestad de elegir qué quieren hacer y que disfruten del proceso de una manera más libre. Dejar claras nuestras expectativas y anticipar las cosas, como por ejemplo “si quieres acompañarme al supermercado me parece genial, pero recuerda que hoy no vamos a comprar ningún juguete. Me puedes ayudar a coger todas las verduras para la cena de hoy si te apetece” nos ayudará a volver a ello y, aunque puede que en ese momento insistan, podemos recordarles las reglas del juego. 

Antes de darte el +1 a lo que prestar atención, no quería terminar sin destacar el problema que generan las pantallas y la inmediatez de la sociedad actual en todo esto. En Amazon compramos de un día para otro y de repente no podemos vivir sin lo que acabamos de comprar, encendemos la tele y en el momento tenemos Netflix, Disney+, mil canales entre los que elegir los dibujos que queremos exactamente… y nos aportan luz, sonido y movimiento, que son todos los estímulos que necesitamos para no querer buscar más y recibir todo de manera pasiva. Solo hay que pararse a ver las reacciones que tienen y el cambio de humor cuando apagamos la tele o las consolas. Aunque me gustaría dedicar un capítulo solo a este tema y a proporcionar herramientas de manejo de pantallas, no quería dejar de hacer el apunte para que puedas observar y aplicar una mirada consciente a cuántas veces este tema es el fruto de las frustraciones del día a día en los peques, y cómo podemos evitar no llegar hasta ahí. Son un montón las familias que durante este tiempo han decidido reeducar en ese aspecto, reducir las pantallas y ver el efecto de reconexión que esto tiene en las relaciones.

Dicho esto, venimos con el último consejo. La autoestima que van generando y la imagen positiva o no que desarrollan depende, en gran parte, de los logros que consiguen y de los que ven que no. Hablaremos de autoconcepto, autoestima y lo importantes que pueden llegar a ser nuestras percepciones y creencias en este proceso. Intentar generar situaciones para que se sientan que cumplen con unas expectativas reales, y resaltarles el esfuerzo para que se enfoquen en lo que sí están consiguiendo, puede ayudar a disminuir esa frustración en cuanto algo no sale a la primera. Cuando de repente pierden en un partido de baloncesto, o han fallado muchas canastas por lo que sea, podemos recordarles todo el compromiso que han tenido yendo a entrenar aun teniendo deberes o exámenes, otros partidos en los que la cosa salió mejor, la de veces que uno tiene que practicar tiros libres para subir el porcentaje, etc. 

Si queremos resultados a largo plazo, nuestras actuaciones y la manera en la que gestionamos estas posibilidades también tienen que tener implícito nuestro esfuerzo, para acompañar de una manera consciente y educativa. 


Recuerda que cada chiquitín es único, por lo que es importante ajustar estos consejos según la personalidad y las necesidades individuales de tu hijo/a, y repetirlo tantas veces como sea necesario hasta que la habilidad se desarrolle. La paciencia y el apoyo constante son clave para ayudarles a desarrollar habilidades para manejar la frustración de manera saludable. No hay nada que no mejore con tiempo, y cariño.


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Si tienes alguna pregunta, te leo por comentarios, email o MD. Y si el post te ha resultado interesante, agradecería millones que lo compartieras con algún amigo a quien pudiera interesarle. ¡Hasta la próxima! 👋🏻😊

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