Estas dos opciones previas pueden ser las más templadas cuando sabemos que sentirse incomprendidos es inevitable porque sus deseos no han cuadrado con nuestras decisiones. Sin embargo, cuando hablamos de opciones abiertas y de situaciones sobre las que se puede dialogar, en edades más avanzadas, te recomiendo:

• Dar espacio para la comunicación. No te adelantes. Da rabia que te dejen con la palabra en la boca y/o que se presupongan razones o se adelanten acontecimientos sobre algo, ¿verdad? Por ejemplo, imaginemos que Daniel (14 años) se ha quedado dormido porque le duele la cabeza y ha llegado tarde a clase. Como de normal la puntualidad no es su fuerte, nada más abrir la puerta de casa su padre lo acusa de ser un vago, de no ser responsable, etc. Daniel espera a que el chaparrón caiga y después decide irse a su habitación. Como cree que no le van a dar espacio a réplica, prefiere guardárselo y aislarse. Si la incomprensión es un sentimiento que de por sí en la adolescencia es más efervescente, deberíamos hacer un esfuerzo por buscar momentos de diálogo que nos permitan exponer lo que sentimos y buscar cómo hacer sentir bien al resto de familiares.

• Conecta antes de corregir. Antes de que nuestro cerebro se ponga alerta, que nos digan que nos quieren, que valoran nuestro esfuerzo, y después nos digan qué podemos hacer para mejorar es mucho más suave que destacar las quejas por encima del resto. Cuando percibimos la energía negativa primero, nuestras neuronas espejo lo notan y se contagian. En muchas discusiones de pareja que empiezan por una pequeña cosa, terminan más centradas en el “es que nunca hago nada bien”, “solo me dices lo mal que hago las cosas”... pues nuestra energía se va a la incomprensión y a la tristeza que nos produce que nuestro sentido de pertenencia se ponga en duda.

•  Escucha las razones de la otra persona. En momentos de comunicación en los que podemos estar pendientes de la parte racional, normalmente se sacan conclusiones mucho más productivas. Involucra a tus hijos y no te niegues en banda desde el primer momento. Si Diana quiere apuntarse a rugby, dedícale tiempo a exponer pros y contras en familia, a que exprese sus deseos, a que valore cuánto le apetece y por qué, incluso a diseñar cómo se harían las idas/recogidas de la extraescolar, etc. Todos tenemos ideas preconcebidas sobre algo, pero, cuando alguien ofrece otro punto de vista y estamos abierto a ello, quizás nuestra percepción cambie… ¿O no recuerdas las típicas cenas que terminan con una conversación trascendental y te hacen tomar una decisión diferente a sobre cómo quieres afrontar tu vida? Nunca se sabe cuál va a ser el momento, y los pequeñetes y las nuevas generaciones también tienen mucho que aportar.

• No tengas miedo a desdecirte. Si en algún momento sientes que te precipitaste, que no fuiste demasiado transigente, que lo has pensado mejor y quieres tomar otra decisión… compártelo abiertamente con tu peque o tu familia. No es perder autoridad, es demostrar que las conversaciones y la comunicación nos ayudan a seguir creciendo y a cambiar nuestra manera de ver el mundo. Recuerda que somos su mayor ejemplo. 

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