¡Hola, hola! Para poder ajustar un poquito nuestras expectativas ante las reacciones de nuestros peques, sobre todo en los momentos de tensión, vamos a echar un vistazo a la parte biológica/neurológica y a los procesos que tienen lugar en el cerebro de nuestros peques (y en los nuestros). Vamos a hablar de diferentes áreas cerebrales y de qué partes toman las riendas en cada situación, pues nuestras habilidades cambian según la intensidad de las emociones, la capacidad de pensar en frío antes de actuar, etc. 

Daniel Siegel, en su famoso libro “El cerebro del niño”, nos comenta la importancia de la integración de las diferentes partes del cerebro. Por un lado, gran parte de nuestro trabajo es que nuestros peques sean capaces de integrar, de poner en relación, el hemisferio izquierdo (la parte racional) y el hemisferio derecho (emociones y lenguaje no verbal). Es decir, pretendemos juntar lo que sentimos y lo que pensamos. Me gustaría ponerte un ejemplo y así entenderás por qué la parte de validar los sentimientos, en la que siempre hacemos énfasis a la hora de resolver un conflicto:

Diana tiene 3 años y está teniendo una rabieta porque se le ha caído al suelo el helado que se estaba comiendo. En ese momento solo puede llorar y señalar al suelo porque no le salen las palabras. Papá se acerca y le dice: “Veo que estás enfadada. Estaba bueno el helado, ¿verdad?”. En ese momento, nuestro hemisferio derecho está conectado con el suyo, reconociendo la emoción y ayudándoles a ponerle nombre. Después de esto, entra en juego la redirección para poner a trabajar el hemisferio izquierdo. Podemos ayudar a Diana haciéndole preguntas como: “¿Qué crees que podemos hacer ahora?”, “¿Se te ocurre alguna solución?”, y aportar nuestra ayuda si lo necesita para que la parte racional actúe y las conexiones neuronales se vayan formando. 

El creador del modelo de “El cerebro en la palma de tu mano”, también nos habla sobre la diferencia entre la parte inferior y superior del cerebro. En la parte prefrontal, la cual evolutivamente es la más moderna y la que nos permite el pensamiento más refinado, podríamos decir que se encuentra nuestra parte más reflexiva. Esta cubre la parte del subcórtex y donde se encuentra nuestro cerebro reptiliano, encargado de la supervivencia. Cuando ocurre un suceso en el que nuestro cuerpo interpreta que podemos estar en peligro, o que emocionalmente es fuerte para nosotros, se produce el conocido “secuestro amigdalar” (o rabieta) y somos incapaces de utilizar nuestra parte superior del cerebro, pues huir o luchar son las salidas para las que instintivamente estamos preparados.