¡Hola, hola! Hoy te voy a pedir que empecemos el post poniéndonos en la piel de Lucía:

Lucía es una niña de 6 años que hoy estaba muy muy enfadada porque en el cole ha pasado algo que no le ha gustado. No sabe por qué, pero cuando llega a casa no ha podido evitar arañar a su hermana de 2 para quitarle un juguete. Mamá se ha enfadado y la ha mandado a su habitación a pensar sobre lo que había hecho. Ella no encuentra las palabras para explicarse y hace lo que le han pedido. Lucía se pone a jugar al ratito y se relaja un poco, pero de repente mamá dice que van a ir a comprar y que irán a casa de su abuela para verla. Lucía vuelve a sentir que los nervios empiezan a subir y le entran ganas de llorar. Durante el camino, se coge del carro de su hermana y va en silencio. Entra a casa de su abuela con la cabeza agachada y sin querer hablar. Ante la respuesta al “¿cómo estáis?”, mamá empieza a decir “Pues mira lo que ha hecho Lucía, es que no puede ser, es que últimamente está fatal, vamos para atrás…”. Ella empieza a sentir la mirada de desaprobación de la abuela, aunque intenta fingir que no está escuchando mientras juega. Se quiere ir, está incómoda. Cuando cree que todo ha acabado, su yaya añade “Esta noche, cuando se entere tu padre, verás”; mientras se pone a jugar con su hermana pequeña para que Lucía note todavía más que no merece tener su compañía o tiempo hoy. Ahora tampoco quiere volver a casa. Los nervios vuelven a subir de pensar en ver a papá y se empieza a morder los labios para contener las lágrimas…

Hay momentos que nos preocupan, enfadan, entristecen…que necesitamos compartir con amigos o familiares para desahogarnos y que el vaso se vacíe. Normalmente, cuando estas situaciones pasan entre adultos, buscamos el generar un espacio privado en el que poder sentirnos escuchados, porque es una necesidad real, pero sin que la otra persona esté delante. No se ejecuta desde una intención punitiva. Nos vamos a tomar un café con una persona de confianza, pedimos hablar por teléfono… Ahora bien: ¿actuamos de la misma manera con nuestros peques? ¿O parece que su intimidad y los errores que cometen parece que pueden ser expuestos con bastante menos precaución que los nuestros?

Seguramente, como niño/a, habrás pasado por alguna situación parecida a la de Lucía, y puede que como adultos también nos haya pasado el tratar a un peque de la manera en la que no trataríamos a un igual. Con la perspectiva de ahora, ¿crees que la manera de actuar de mamá, en este caso, está ayudando a Lucía con su problema real? ¿Ha habido espacio para preguntar por qué ha pasado, para darle las herramientas a las que en ese momento no podía acceder porque estaba sobrepasada, para darse cuenta y verbalizar por qué estaba así? Este tipo de situaciones, son también un modo de castigo. Probablemente a la próxima la peque tratará de no cometer ese error, pero no porque se haya dado cuenta de que no es la manera de resolver lo que estaba sintiendo, sino por miedo a sentirse ridiculizada o por lo que piensen los demás. Cuando nos movemos por el miedo, reaccionamos en base a lo que sucede externamente, en lugar a lo que nos dice nuestra conciencia o nuestras necesidades internas.