Podemos crear un espacio en su habitación (o en cualquier estancia) al que poco a poco ir conduciéndolos cuando las emociones nos desborden, e indicar “veo que estás nervioso/a, ¿crees que podríamos ir a calmarnos y luego seguimos hablando de esto?”. Al principio (>3 años), necesitarán nuestro acompañamiento físico para ir allí, estar presentes mientras se relajan, y darse cuenta de que es beneficioso para ellos. Una vez se hayan calmado, se puede retomar la actividad anterior y seguir hablando del tema si se considera. Poco a poco no hará falta acompañarlos físicamente y, en el caso de que veamos que no está dándose cuenta de que se está desbordando, recordar lo que vemos y recomendar que vayan allí. Es un lugar al que pueden recurrir de manera voluntaria; si es impuesto, no es tiempo fuera positivo, sino que volvemos a la sillita de pensar.

La idea de esta herramienta es desarrollar el autocontrol y aprender a parar antes de explotar y arrepentirnos después. Si tu peque, cuando tenga más edad, te dice “para, necesito un tiempo fuera”, tienes que respetarlo, igual que querrás que lo respete si lo pides tú. Y, por supuesto, para que normalice esta manera de actuar y de gestionar los conflictos, es importante que lo vea en ti y que tú le digas cuándo necesitas dejar el tema para otro momento y que vuelvas a él/ella cuando estés preparado de nuevo. Podéis incluso acordar un gesto para entenderos y parar automáticamente (como los árbitros cuando piden tiempo muerto).  Vamos a llevarlo a la práctica:

Imaginemos que Ana tiene 4 años y está jugando con un puzle. Su madre le ha avisado hacía 10 minutos que tenía que vestirse, pero no ha querido. Ella empieza a levantar el tono de voz mientras se acerca a Ana, y le coge las piezas. Ana se enfada y tira lo que tenía en la mano, con la mala suerte de que la caja del puzle se rompe. Su madre estalla y le dice “vete a tu cuarto a pensar en lo que has hecho y no salgas hasta que yo lo diga!”. Ana se va al cuarto llorando y su madre termina recogiendo el puzle, vistiéndola a la fuerza y yéndose corriendo porque llegaban tarde. Analizándolo desde fuera: ¿crees que Ana habrá “reflexionado” sobre lo que ha pasado? ¿O más bien estaba llorando por el tono de enfado y la desconexión que sentía en ese momento?

Ahora imaginemos que la madre de Ana, igualmente nerviosa por llegar tarde, en lugar de entrar gritando, entra y le dice con un tono normal: “Ana, necesito que te vistas, luego podrás seguir jugando con el puzle”. Ana quiere seguir jugando, pero ella pone las manos en las piezas del puzle y retira suavemente las de su hija. “Luego podremos jugar más, ahora es hora de vestirse porque (x)”. Puede que Ana se lo tome bien y quiera contribuir, o puede que no le venga bien e intente seguir cogiendo esas cosas u otras. Imaginemos que las dos empiezan a discutir y la madre se nota alterada. En ese momento, podemos empezar con el “es que siempre igual”, “no haces nada por ayudarme”, “para una vez que te lo pido…”, o puede decidir comunicarle a Ana que está enfadada y que se va a ir a su rincón a relajarse. Ana tendrá que respetarlo y mamá le hará saber cuándo puede volver a hablar con ella. Si pide ayuda, está bien decir “ahora mismo no te puedo ayudar, primero necesito encontrarme bien”. Es un límite que necesitamos establecer en ese momento. Seguramente, en ese momento, que mamá pare el conflicto ayudará también a la peque a empezar a relajarse y, quizás, cambiar el chip y hacer lo que le había pedido mientras a su madre se le pasa. En otras circunstancias en las que nosotros estamos bien pero son los peques los que necesitan relajarse, los podemos acompañar a su lugar y desde nuestra calma validar todo lo que estén sintiendo, para que lo vayan procesando, e incluso ofrecer nuestra ayuda para que hagan lo que les estamos pidiendo y no quieren hacer. 

Modelar las conversaciones y nuestras interacciones es esencial, y focalizar siempre en la búsqueda de soluciones en lugar de ir a por las luchas de poder y de autoridad. No podemos gritar “¡a mí no me grites, a mí me hablas bien”, cuando nuestra estrategia es comunicarnos a voces. ¿Es más importante solucionar el problema o ver quién grita más? ¿Que reflexione y lo haga porque lo entiende o que esté impuesto por miedo al castigo que viene detrás…?

Como dice Rafa Guerrero, los adultos tenemos que actuar como la corteza prefrontal de los niños/as, y hacer eso y acompañar sus emociones cuando estamos destapados es extremadamente difícil. Ahí está el reto, y pensar que necesitan esa práctica para desarrollar sus habilidades es lo que nos motiva a intentar enfrentarlos poco a poco. 😊 

Espero que te haya gustado el post de hoy. Si tienes alguna duda o quieres dar feedback… encantada te leo por aquí. 📩  ¡Nos vemos la semana que viene! 👋🏻