En segundo lugar, debemos recordar que todos somos humanos y, en el caso de sentirnos así, reconocer la emoción y ver qué nos está tratando de decir. ¿Por qué hemos sentido envidia? ¿Queríamos lo que la otra persona tenía? ¿Qué ha tenido que hacer ese alguien para llegar a tener lo que posee? ¿Estamos dispuestos a pasar por ahí? Poniendo el ejemplo de que nuestro peque tiene 7-8 años y ha visto que su amigo tiene la Nintendo Switch último modelo, podemos hacer un análisis de pros y contras y ver si le vale la pena, por ejemplo, aunar todos los regalos de cumpleaños de su familia (o ahorrar de su paga) porque es lo que realmente quiere, o pensar que igual prefiere pedir más cosas a las que les dedicará más tiempo y que para el precio que tiene y el esfuerzo que le supone no le compensa. Este tipo de situaciones en las que ellos mismos (y nosotros como adultos muchas veces) se comparan con los demás y se están dejando llevar por el impulso del momento, pueden ayudarnos a reflexionar sobre prioridades y darnos cuenta de si realmente es algo fundamentado o no, y también a valorar el esfuerzo (económico, de tiempo, de habilidades…) que la otra persona le ha dedicado y si nos compensaría personalmente. Igual todas estas respuestas nos llevan a descubrir realmente un propósito de vida o una ilusión que teníamos escondida, pero entonces podemos darle la vuelta y empezar a actuar moviéndonos por sensaciones positivas.

Hay cosas a las que, desde la esfera adulta, también podemos prestar especial atención si vemos que nuestro peque se está sintiendo influenciado o resonando más últimamente con esta emoción: podemos destacar cosas que posee o que es cuando haya otras que no pueda alcanzar, tratar de no utilizar lenguaje comparativo en nuestro día a día, ni respecto a posesiones ni a formas de ser, ni sobre todo entre hermanos y familiares, etc. Podemos tratar las diferencias de una manera totalmente positiva y natural cuando se observan distinciones pero sin añadir carga cualitativa o rangos de qué es mejor o peor.

Cómo trabajar los celos con tu peque

El origen de los celos, como hemos comentado antes, proviene de algo que ya tienen, y surge el miedo a perderlo. El miedo es irracional, y nos pone alerta, por lo que, cuando nos sentimos así, nuestro cerebro reptiliano entra en modo supervivencia y nos sentimos desconectados de nuestra familia. Es por ello que con la llegada de un hermanito/a, puede haber momentos muy bonitos, pero también otros muy difíciles en los que nuestro peque necesite que se refuerce su sentido de pertenencia. Podemos revisar la generación de creencias equivocadas y analizar si su conducta nos quiere decir “solo me siento perteneciente cuando… (estoy en tus brazos y no estás con mi tete)”. ¿Qué podemos hacer?

• Involucrar al peque en las tareas del hogar y en el cuidado de su hermano/a. Podemos comunicar que nos gustaría que contribuyese y buscar tareas que sean apropiadas para su edad/capacidades, para que sienta que cuando está haciendo cosas de manera autónoma se valora su aportación. El cuidado del bebé nunca es una obligación para el mayor, es una tarea de la que deben encargarse papá o mamá y tienen absoluta responsabilidad sobre ello; también es importante no pasarles tareas, cargas o funciones que no les corresponden.

• Generar un tiempo especial para pasar con cada miembro de la familia. Crear recuerdos juntos está genial, pero Jorge tiene 4 años y muchas cosas importantes que contar a papá o a mamá sin ser interrumpido durante 10’ por su pequeño hermano que está hambriento y quiere biberón. Además, todos nos aportamos cosas diferentes dentro de un núcleo familiar y las preocupaciones o temas que tratamos con un familiar no son los mismos que con el otro. Es importante que estos espacios especiales o actividades exclusivas se busquen, tengan lugar y se vele por el cumplimiento, para que ellos sepan que pueden acudir a nosotros siempre que lo necesiten, solo que a veces tendrán que esperar a (por ejemplo, la hora del cuento) una vez el bebé esté durmiendo porque así mamá o papá podrán prestar atención plena a Jorge. 

• Reforzar positivamente las cualidades que poseen y hablar sobre el miedo y sobre las creencias que tenemos. En general, muchas veces imaginamos que somos los únicos seres en el mundo que nos estamos sintiendo inseguros sobre algo… ¡tachán! Hasta que oímos que alguien verbaliza que ha pasado por ahí o pensamientos que hemos tenido. Entonces empezamos a sentirnos más relajados y la intensidad del miedo baja, y también la presión. Darles ejemplos sobre nuestro día a día a nuestros peques, o decirles que nosotros sentíamos celos de (X) cuando éramos pequeños hasta que descubrimos que (papá y mamá) nos querían igual… Nuestras experiencias les abren camino a verbalizar y a entenderse mejor, incluso a poder predecir y asumir que si se lo estamos contando será porque es verdad y pasará lo mismo en su caso.

Sentir es humano, es natural y lo que hace que vivamos las experiencias y las recordemos con pasión e intensidad. Entender lo que nuestros sentimientos nos quieren decir y tratar de extraer un mensaje positivo (bien para encaminarnos hacia ello o bien para darnos cuenta de que estamos bien como estamos) es lo que nos ayuda a avanzar. Y hablar sobre ellos es lo que conecta nuestra mente y nuestro corazón y nos conduce a entender lo que sentimos, por y para qué. 

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