¡Hola, hola! En el post de hoy vamos a hablar sobre validar e invalidar los sentimientos, las áreas en las que esto influye y ejemplos prácticos para ver la diferencia. ¿Te vienes conmigo? Puedes acceder también a la versión en audio.

Durante nuestra infancia, hemos recibido tan frecuentemente mensajes del tipo “no pasa nada”, “no te pongas así por una tontería”, “deja de llorar ya”... que sin querer muchas veces lo reproducimos. La semana pasada comencé a contar en Instagram una situación que había observado durante las vacaciones. Había una familia, con unos peques de unos 2,5 y 4 años, quienes estaban tratando de cruzar un río con piedras. Papá estaba esperando al otro lado y mamá trataba de llevar a los dos de la mano cuando, de repente, el hermano mayor se paró y verbalizó que tenía miedo. Sin querer juzgarla, solo quería relatar lo que vimos: mamá tiró del brazo del peque y cruzó el río con él llorando. 

Quería poner este ejemplo porque, seguramente sin todo el contexto, pero en ese momento los sentimientos del niño estaban siendo ignorados. Como dice Rafa Guerrero, no solo tenemos que estar presentes físicamente en las situaciones con los peques, sino que también debemos estar accesibles. Para conseguir esto, hay que desactivar el piloto automático y observar las necesidades de los chiquitines.

Antes de desglosar el ejemplo y comentarte cómo lo resolvería yo (lo cual no significa que solo haya una manera o que tu idea inicial sea errónea), me gustaría contarte por qué es tan importante validar los sentimientos de los peques:

1. Es esencial para un buen desarrollo emocional. La validación de los sentimientos permite que ellos aprendan a reconocer, expresar y regular sus emociones de manera saludable. Al ser escuchados y comprendidos, se sienten aceptados y aprenden a manejar sus emociones de forma constructiva. Detectar las emociones en uno mismo también ayuda a escuchar y a interpretar emociones en los demás, desarrollando la empatía poco a poco. 

   
   

2. Genera una autoestima y autoconcepto sólidos. Cuando los adultos validan los sentimientos de los niños, les transmiten el mensaje de que sus emociones son válidas y que merecen ser respetadas. Esto ayuda a construir una imagen positiva de sí mismos y a desarrollar una mayor autoestima. Si nosotros no damos pie a la reflexión ni les decimos que sentir lo que están sintiendo es legítimo, crecerán con la creencia errónea de que lo que sienten está mal. 

   
   

3. Comunicación efectiva. Validar los sentimientos de los niños fomenta la comunicación abierta y honesta. Si los/as niños/as se sienten escuchados y comprendidos, es más probable que compartan sus pensamientos y preocupaciones, lo que facilita la resolución de problemas y la identificación temprana de posibles dificultades.

   
   

4. Empatía y conexión emocional. Para que los peques puedan ganar una habilidad, como hablábamos en el segundo episodio, tenemos que sentar el ejemplo y dar el espacio para desarrollarlo. Por cierto, si no lo has escuchado todavía te recomiendo que vuelvas a él: El mejor regalo para tu peque. Cuando, como adultos, validamos los sentimientos de los peques, estamos demostrando empatía y comprensión. Esta conexión emocional es crucial para establecer relaciones saludables y significativas con los adultos y con otros niñxs, y la base para el desarrollo de un apego seguro. Estas situaciones permiten llegar a acuerdos más significativos y resolver los conflictos de una manera más satisfactoria. 

   
   

5. Desarrollo de habilidades sociales. Al sentir que tienen un espacio para expresarse y compartir, los niños y niñas aprenden cómo validar los sentimientos de otros, lo que es esencial para desarrollar habilidades sociales efectivas y la capacidad de relacionarse de una manera sana con sus compañeros y adultos.

Aunque en otras ocasiones hemos hablado de los tipos de apego, no me gustaría dejar de destacar que la invalidación continuada de emociones conduce a la represión emocional y el desarrollo de problemas de salud mental. Cuando los niños se sienten seguros expresando sus emociones y saben que son comprendidos, es menos probable que desarrollen ansiedad, depresión u otros problemas emocionales.