¡Hola, hola! Lo siento por la ausencia durante el último mes. Como comenté por Instagram, he estado enfrascada en varios proyectos y me tocó gestionar el tiempo de manera un poco diferente, pero ¡ya estoy de vuelta! ✌🏻 ¡Espero no volver a cambiar de casa en muuuuucho tiempo! 

Brevemente quería compartir con vosotros que, de manera conjunta con mi cole, hemos lanzado el primer programa presencial de Disciplina Positiva para Familias. Se llevó a cabo el mes pasado y para mí fue una experiencia enriquecedora. 😊 Ver que la gente tiene ganas de seguir creando una mejor versión de sí mismos para ofrecérselo a los peques es genial, y encontrar una red de apoyo para compartir preocupaciones también. ¡Gracias a los asistentes, si algunx de vosotrxs me estáis leyendo! 

¡Ahora bien, vamos al tema del post! Se acercan las vacaciones y ya he empezado a ver stands en los supermercados con cuadernos de repaso, con libros de editoriales, etc. Y, como siempre, me sorprende leer algunos carteles de “libros Montessori”, “juegos Montessori”, escuelas infantiles con rótulos de “Montessori y otras pedagogías”. Es cierto que detrás de algunos libros hay gente formada y guías que hacen el contenido y los materiales de una forma accesible para todo el mundo. Pero también es cierto que gran parte de ellos utilizan la palabra “Montessori” como reclamo para las familias y esto da lugar a confusión y a difundir información sin conocerla. A veces tengo la sensación de que dentro de poco comeremos zanahorias Montessori. 😅 

Muchas veces hemos comentado que, o al menos desde mi percepción, Montessori no es poner estanterías de madera y darle al peque la torre rosa y se va a hacer el cambio. Al igual que con la disciplina positiva, lo realmente profundo que encontramos es la manera de entender la infancia, de dirigirnos a los peques en cada acto, basarnos en sus intereses y tratar de potenciarlos, confiar en todas las responsabilidades que van a asumir… De poco sirve que tengan una estantería llena de libros en todos los idiomas si en ese momento lo que necesitan es que nos sentemos con ellos a leerlos y pasar tiempo juntos. 

Una de las concepciones más extendidas es la de los juguetes. María Montessori, en su época, anotaba en sus libros que tras observar a niños y niñas en sus ambientes, lo que veía es que ellos tenían la necesidad de utilizar objetos reales y si se les presentaba una habitación llena de juguetes pero luego veían a algún miembro de la familia barriendo en casa, probablemente querrían contribuir y utilizar la escoba real por encima de los juguetes. De ahí nació la necesidad y el descubrir el gusto por el trabajo que se tenía desde la infancia.

Hoy en día se han demostrado muchos beneficios del juego simbólico para desarrollar lenguaje, pensamiento… en los niños/as pequeños, y hay muchos materiales que lo fomentan, pero si queremos “montessorizar” esta parte, no optaríamos por comprar una preciosa cocinita de madera con un montón de frutas y verduras de plástico, sino que intentaríamos introducir materiales reales (vasos, cubertería, alimentos…) de verdad para encaminarlo a la satisfacción de sus necesidades, no para representar a través del juego. Es decir: si Jaime ve que sus papás cuando tienen hambre abren la nevera y se toman una naranja, él podría tener, a su altura y con herramientas que sepa utilizar, su propio banco para poder cortar una naranja y comérsela. ¿Para qué sirve una cocina de verdad, si no? 🤔 Por supuesto que toda la parte de juego simbólico me parece interesante, y si quieres recomendaciones podemos hablar sobre ello en otros posts, pero estas ideas vienen de la mano de otros autores y pedagogos.