Muchas veces he pensado sobre cómo llegué a esta profesión y recuerdo cosas de, por ejemplo, cuando iba a Secundaria. Mi profesor de física y química era… especial. Y mi profesora de biología leía clase tras clase las páginas de un libro en el que nos decía lo que subrayar para el examen. Alguna vez, años después, he pensado… ¿podría haber llegado a ser bióloga si me hubiera tocado una profesora que realmente me hubiera inspirado? ¿O física? ¿O filósofa? Al final, todas las vivencias y nuestro entorno van afectando directamente a nuestra toma de decisiones presentes y futuras. Está claro que desde casa, desde otros entornos sociales y desde nuestra fuerza interior también hay inputs que nos hacen interesarnos por ciertas cosas, pero la realidad es que pasamos muchas horas de nuestros primeros años de vida dentro del cole y que los profesores que nos toquen influirán inevitablemente en nuestro futuro. 

Es gracioso, porque la docencia es una de las cosas que, para bien o para mal, es algo que hemos vivido todxs desde el otro lado antes de ejercerlo. Mucha gente se mete a estudiar una carrera sin saber seguramente si le gustará o no (incluido Magisterio, por supuesto). Y muchas otras personas se meten a estudiar algo porque quieren ser agentes de cambio tras una experiencia no del todo positiva o cuando sienten que tienen algo más que aportar a su realidad. 

Trabajar como guía Montessori es salir constantemente de la zona de confort

Me aterraba pensar que tengo entre mis peques a un futuro biólogo y que no iba a poder darle todos los conocimientos que requería, o a un historiador con el que no podía compartir de memoria la fecha en la que los romanos invadieron España. Al final esta creencia y el pensamiento de “no voy a poder dar la talla” venía infundada por los exámenes y por el pensar que si no te lo sabes de memoria no eres suficiente. Siempre he pensado que era mala en geografía, porque todavía a día de hoy me bailan algunas provincias si me piden que rellene un mapa de España; sin embargo, nadie preguntaba en los exámenes que diseñáramos un viaje en familia, adaptándolo a las capacidades físicas y gustos de cada miembro, buscando líneas de metro, trenes, hoteles, y organizando el recorrido de 15 días con el Google Maps para poder generar todas las rutas. ¡Los destinos visitados sí los retiene mi memoria! 😜

Aunque todos tenemos limitaciones y al final es imposible ofrecer un ambiente que lo incluya absolutamente todo, adoro el sistema Montessori, la perspectiva de la educación cósmica, y la típica lección de humildad que requiere día a día para los adultos. Me gusta salir de mi zona de confort y que me pregunten cosas que no sé para poder admitir, sin vergüenza, que no lo sé y que lo tendré que buscar. Así me he encontrado: buscando en Google cómo mantener una colonia de hormigas porque habíamos mojado demasiado la arena, buscando la diferencia entre morera silvestre o no en la Pinada para que los bichos palo no se nos murieran de hambre, diseñando un reloj solar por primera vez en mi vida, buscando el signo del zodíaco de cada persona de la clase y mirando tras cada presentación de mis niños de animales cuál era la esperanza de vida y el tamaño máximo de cada especie. 😂

Simplemente quería compartir contigo algunos de mis recuerdos de infancia que siguen presentes a día de hoy y que me gusta rememorar por comparar la manera de enfocarlos ahora a en el pasado. Desde que estoy en este tipo de entornos y convivo día a día con el aprendizaje de nuevo, intento deconstruir y volver a construir en mí la creencia de “no lo sé y no pasa nada”; “no llego, y no pasa nada”; “no he estado del mejor humor, y no pasa nada”. En algunos días hay avance, y en otros no consigo bajar la autoexigencia. Pero si quiero convencer a mis pajaritos de que no somos nuestros resultados y que no pasa nada por fallar. Imagino que este proceso en un docente es muy similar a la m/paternidad y a la necesidad que se genera de querer ofrecer lo mejor a nuestros hijos.

¿Qué pasa si no les damos oportunidades de crecimiento?

Volviendo al “qué pasa si no”, quería resaltar para mí la importancia que tiene el constante análisis hacia los actos de uno mismo y de lo que esto provoca en el resto. No desde la culpa, sino desde la mirada de querer progresar y seguir desarrollándonos. Cuando no cuestionamos nuestra práctica, cuando el piloto automático se apodera de gran parte de nuestro día y cuando en muchas aulas se presupone que son los niñxs los que no llegan, los que no se portan bien, y el profesor no gira la lupa hacia el otro lado… no se está dando cuenta del alcance de su parcela de acción y de las consecuencias de no hacer un buen uso de ella. Cuando intentamos que sea el alumnado, con 3, 4… 7 años, los que se pongan en nuestro lugar y descubran cuáles son nuestras expectativas sobre ellos, en lugar de nosotros intentar entender cómo llegar a ellos y fomentar esa conexión para poder crear un vínculo, estamos dejando de plantar semillitas, y poniéndoles una carga que ni siquiera nosotros sabemos cómo sobrellevar. Hoy en día, en el ámbito emocional todavía queda mucho camino por delante para dejar de juzgar y de querer que sean réplicas de lo que esperamos en lugar de acompañar otras maneras de sentir y de ver el mundo. ¡Seguiremos trabajando por ello!

A mí me ayuda conectar con las emociones de cuando era niña, de cuando algo no me gustaba, cuando me daba vergüenza, cuando me costaba, cómo me sentía cuando me hacían hacer X… En el siguiente post hablaremos de aquello que está tan de moda ahora de conectar con nuestro/a niño/a interior.

Si te ha surgido cualquier duda durante la lectura o interés hacia algún tema, házmelo saber y lo incorporaremos en siguientes posts. Estoy encantada de leerte. 📩 ¡Hasta la próxima!  👋🏻