¿Quién necesita el límite: el peque o el adulto?

En general, los adultos sentimos muchísima responsabilidad a la hora de hacernos cargo de nuestros peques (¡y no es para menos!). Es por ello que creemos que los peques necesitan muchas normas y reglas para su bienestar. Lo que pasa es que a veces no siempre es solo por su bienestar, sino que en muchas ocasiones lo estamos haciendo por nosotros y no nos damos cuenta de ello. Esto es completamente normal, pero cuando queremos tener todo bajo control y que los pasos se sigan exactamente como los mayores dictan, a veces los peques no sienten que están cooperando sino que no tienen potestad para elegir nada, por lo que buscarán otras formas de hacer uso de su poder y seguramente no nos gustarán. Por supuesto, en las familias se tienen que atender las necesidades de todos, pero vamos a ver la diferencia para ser conscientes de ello y ver cómo podemos encontrar el equilibrio:

Límite basado en las necesidades del niño:

Imagina que Laia tiene la costumbre de quedarse despierta hasta muy tarde, lo que resulta en que esté cansada durante el día. Al establecer un límite basado en las necesidades del peque, como personas responsables que somos de garantizar que el descanso tenga lugar, deberíamos actuar mandándola a la cama en el momento apropiado.

Límite basado en las necesidades del adulto:

Ahora, supongamos que Marta está jugando tranquilamente en su habitación, pero tú necesitas que se detenga y te ayude a limpiar la casa. En este caso, el límite se establece principalmente en función de la necesidad del adulto (la limpieza), sin considerar necesariamente las preferencias o el estado actual del niño.

Es importante recordar que ambos tipos de límites son necesarios en la crianza consciente. Sin embargo, es fundamental equilibrarlos y asegurarse de que los límites que parten de las necesidades del adulto se comuniquen con empatía y respeto hacia las necesidades y sentimientos del niño. Ahora, vamos a ver un concepto que resulta esencial en el funcionamiento y la convivencia en el núcleo familiar:

Adler y Dreikurs basaban sus teorías en la importancia de la pertenencia y de la contribución en sociedad. Todos, desde que nacemos, aspiramos a poner cosas en práctica que lleven en última instancia, como señalaba Maslow en la pirámide de necesidades, a la autorrealización. Para ello, tenemos nuestras parcelas de poder y queremos hacer uso de ellas. El cómo ponemos los límites es, en ocasiones, mucho más importante que qué límites se ponen como tal. 

Cuando los peques sienten que no tienen potestad en la casa, todo lo reciben con la sensación de que queremos controlar sus comportamientos y reprimir todo lo que nos molesta de ellos. Sin embargo, cuando comunicamos lo importante que es para nosotros que hagan algo, les damos opciones, dejamos elegir, etc., es mucho más probable que la cooperación llegue.

Volviendo al ejemplo de recoger la casa, no tiene nada que ver que nos entre la prisa por querer recoger e interrumpamos todo su juego a que, en la hora del desayuno, anotemos las tareas que tienen que llevarse a cabo para que la casa se quede en condiciones (necesidad nuestra) antes de poder ir al parque a pasar la mañana en familia (cubriendo la necesidad de juego de los peques). Así pues, si hacemos una lista y dividimos las tareas acorde a las posibilidades: poner el lavavajillas, recoger los juguetes, limpiar el baño, recoger el comedor, plegar la ropa, tender… Y ven que cada uno tiene un papel importante en conseguir el objetivo, sus esfuerzos serán bastante más grandes que si de repente interrumpimos su juego y no se sienten partícipes de lo que está sucediendo. La anticipación es amiga de muchas de estas situaciones.

¿Por qué es tan importante poner límites?

Podemos imaginar a un peque que llega a una explanada, mientras la familia se sienta en una mesa y puede ir a jugar. Probablemente, si el espacio es muy grande, el peque se girará varias veces para ver si está demasiado lejos, se dará la vuelta si se siente inseguro o preguntará hasta dónde puede llegar. Sin embargo, cuando está en un parque vallado, esas dudas desaparecen y se puede centrar directamente en jugar.

Así que sí, el primer punto a tener en cuenta es que los límites aportan seguridad y respeto. Siempre y cuando sean coherentes e informados, son necesarios para su crianza, y debemos hacerles saber que lo hacemos por su bien. Es importante seguir pautas de higiene, descanso, alimentación, seguridad…sobre los ellos mismos no tienen la capacidad de decidir ni entienden la importancia.

En los casos en los que estos límites faltan, hablamos de permisividad y de estilos de crianza negligentes. En las circunstancias opuestas hablamos de autoritarismo. Si quieres entender mejor este desequilibrio, en la página principal tienes un formulario donde poder apuntarte y recibir información más detallada. Creo que en el tema de los límites te puede dar guías e ideas sobre cómo hacerlo.

En segundo lugar, los límites permiten el desarrollo de la autonomía. Los límites bien definidos permiten a los peques explorar su entorno de manera segura. Aprenden a tomar decisiones dentro de estos límites y a asumir la responsabilidad de sus acciones. Por ejemplo: dentro de tener una alimentación saludable, puedo elegir qué verdura me apetece de acompañamiento de la cena, ir a la nevera, cogerlo y prepararlo junto a mamá o papá. Sin embargo, si nadie me dice lo que puedo comer y elijo todas las noches donuts, porque el límite de la alimentación saludable no está bien definido, seguramente esto tenga consecuencias a largo plazo. 

En tercer caso, los límites nos ayudan a trabajar la empatía. Al establecer límites de manera consciente, mostramos a nuestros hijos que sus necesidades y deseos son importantes, pero también lo son los de los demás. Aprenden a considerar los sentimientos y límites de los demás. Volviendo al caso de la limpieza, aprendemos a valorar que nosotros vemos sus necesidades, y tratamos de aportar el tiempo de juego que necesitan ellos, pero ellos poco a poco también tienen que mostrar responsabilidades y contribuir en las tareas del hogar para que a la vuelta todos puedan descansar y disfrutar de un lugar ordenado. 

En cuarto lugar, los límites aportan confianza y estructura. Cuando nuestros peques tienen claro dónde están los límites, porque se han informado previamente y siempre solemos respetarlos, saben que pueden acudir a nosotros a pedirnos ayuda y que nos encargaremos de velar por su bienestar. Sin embargo, en posturas negligentes o en familias donde la persona de referencia actúa de manera impredecible e inestable, los peques no sienten que puedan confiar en ello ni saben muy bien cómo actuar en cada caso, por lo que se suelen sentir culpables y desarrollan una falsa independencia. 

Entender las normas de funcionamiento de cada lugar ayudará a los peques a vivir en sociedad, a entender y no solo a seguir por qué se ponen las normas, a poder cuestionar cuando no estén de acuerdo con algo y a seguir su responsabilidad individual en favor del conjunto. Para ello, tienen que ver nuestro ejemplo a la hora de seguir las normas viales, recoger la basura y no dejarla en la naturaleza o fuera de las papeleras, respetar las instalaciones de los sitios públicos, ceder el sitio en el metro…